domingo, 30 de octubre de 2011

aceitunas con huesos y municiones en Cisjordania

     

Aceitunas de alto riesgo en Cisjordania (201o)

Los olivares de los territorios ocupados se convierten al llegar el otoño en otro campo de batalla israelí-palestino

                                   
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Con la llegada del otoño, los olivares en Cisjordania se convierten en el gran campo de batalla israelí-palestino. Estos días, la violencia se concentra en las terrazas de cultivos de los territorios ocupados y se cobra el enésimo daño colateral de este conflicto: los olivos, fuente primordial de la economía palestina.
Lejos quedan los días en los que la cosecha se festejaba por todo lo alto y las familias comían y bebían a la sombra de los sembrados. Ahora es un trabajo de alto riesgo. Los agricultores palestinos recogen las aceitunas escoltados por soldados y policías israelíes y escudados por activistas internacionales. Se trata de mantener alejados a los colonos más fanáticos, los que aspiran a conquistar las tierras que dicen que dios les prometió. Los mismos que desafían a la comunidad internacional, que considera las colonias el mayor obstáculo para la paz en la región.
Este año, apenas dos semanas han sido suficientes para batir una nueva marca trágica en Cisjordania. Esta recogida de aceitunas ya se puede considerar la más violenta de los últimos años, según un documento del ministerio de Defensa israelí del que se ha hecho eco la prensa local. Ataques a los agricultores, robos a plena luz del día de la cosecha de los olivares e incendios de las plantaciones palestinas son algunos de los incidentes ocurridos en los últimos días. Los campos dan fe de los destrozos.
Al pie de Havat Gilad, un ouptost-asentamiento de construcciones semiprovisionales poblado por los colonos más violentos e ilegal según la ley israelí-, hectáreas de terreno carbonizado no dejan lugar a dudas de lo sucedido. Unos kilómetros más allá, cerca de la carretera que conecta Ramala con Nablus, se pueden contar hasta 22 olivos partidos por la mitad. Luego están los que mueren por envenenamiento. Se hace un corte en el tronco del árbol, se le inyecta el veneno y a las 24 horas perece, según explican las organizaciones de derechos humanos israelíes e internacionales que siguen de cerca la cosecha.
Luban al Sharqya es uno de esos pueblos palestinos rodeados de asentamientos youtpost; ilegales según la legislación internacional y en los que vive medio millón de israelíes. Luban cobró notoriedad el pasado mayo cuando un grupo de colonos prendió fuego a la mezquita del pueblo. Durante las semanas que dura la recogida de aceitunas, los ataques se intensifican. Los colonos dicen sentirse amenazados ante la presencia de palestinos en los campos próximos a los asentamientos "Este año está siendo muy malo", explica en su despacho Abu Alá, al frente del consejo municipal.
Luban vive principalmente de lo que producen los olivos, pero la mitad de sus 3.000 habitantes necesita permiso israelí para entrar en sus campos. Sus olivares, como los de miles de palestinos han quedado encerrados en los inmensos perímetros de seguridad que rodean los asentamientos. Cada año, la Administración israelí les concede autorización para ir a recoger sus aceitunas. "El resto del año no nos atrevemos a ir", reconoce Abu Alá.
En una de las terrazas pedregosas que surcan las colinas cisjordanas, un hombre joven y su madre recogen los frutos del árbol. El hijo habla poco. Anda preocupado. Dice que cosechan a toda prisa, porque temen que les pase lo del año pasado. Unos jóvenes colonos les dieron una paliza e intentaron segar sus olivos.
Unos kilómetros más al norte, en Tell, otro pueblo palestino en las faldas de Havat Gilad, Karim Ramadan habla del incendio que el pasado viernes calcinó sus tierras y dejó sin vida a 300 de sus olivos y en total a 2.500, propiedad de los vecinos del pueblo. Relata su versión de lo sucedido: "Estábamos en el campo, cuando alrededor de las nueve de la mañana llegaron seis colonos acompañados de cuatro soldados. Los colonos sacaron unos neumáticos que tenían en la pick up y empezaron a quemarlos. Nos dijeron que nos fuéramos y nos amenazaron. Los soldados no hacían nada. Nos tuvimos que ir. Desde la distancia vimos cómo se quemaban nuestros campos y nos quedábamos sin nada". Preguntado por estos hechos, el Ejército sostiene que "los soldados no estaban presenten en el momento en el que se inicio el fuego" y que "la investigación de la policía sobre el suceso aún no ha concluido".
Algunos analistas consideran que esta nueva oleada de violencia obedece a una estrategia de los colonos con la que pretenden alardear de poderío ante futuras negociaciones de paz que impliquen evacuaciones de los asentamientos. Dany Dayan, presidente del Yesha Council, el organismo encargado de proteger y defender los intereses de los colonos, niega tajantemente cualquier vinculación entre los ataques y la creciente presión estadounidense para frenar la expansión de los asentamientos. En una entrevista telefónica, asegura que las acusaciones de los palestinos en la temporada de la aceituna "forman parte de una campaña para demonizar a Israel" y que en cualquier caso, "todos los ataques son condenables. Los agricultores israelíes también sufren ataques, incluso más".
Las cifras oficiales no le dan la razón. Micky Rosenfeld, portavoz de la policía israelí sostiene que "es un momento de alta tensión en Judea y Samaria [nombre bíblico con el que los defensores de los colonos se refieren a la Cisjordania ocupada]". Y explica que desde que desde el inicio de la cosecha se han producido 27 ataques a cultivos palestinos y ninguno en sentido contrario. Dice también que 16 individuos están siendo interrogados en conexión con los ataques. El problema, según la organización israelí de abogados Yesh Din, que defiende los derechos de los palestinos, es que en la práctica, las investigaciones policiales significan impunidad para el colectivo colono. Según los datos de Yesh Din, publicados esta semana, de 97 querellas relacionadas con el destrozo de árboles en Cisjordania, presentadas por agricultores palestinos en los últimos cinco años, ninguna ha culminado en una acusación formal.
               

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